Corea está exportando caras: cómo la industria estética surcoreana convirtió su modelo de belleza en un producto global

Corea está exportando caras: cómo la industria estética surcoreana convirtió su modelo de belleza en un producto global

En la era de los filtros, las cápsulas de colágeno y las promesas de piel “de cristal”, la belleza ha dejado de ser local. Ya no basta con acudir a la esteticista de confianza o seguir una rutina de diez pasos frente al espejo. Hoy, para alcanzar el ideal de perfección estética globalizado, muchos toman un vuelo. Y el destino más buscado no es París ni Beverly Hills, sino Seúl.

Una industria en auge. Corea del Sur se ha convertido en el epicentro del turismo de belleza, una tendencia global que no solo transforma rostros, sino también imaginarios culturales y cifras económicas. En un reportaje para The Times, más de un millón de turistas médicos viajaron a Corea del Sur en 2024, según datos del Ministry of Health and Welfare. El 68 % lo hizo específicamente para someterse a procedimientos estéticos, ya sea cirugía plástica o tratamientos dermatológicos.

Y el sector no para de crecer. Según Grand View Research, la industria estética surcoreana —valorada en 2.400 millones de dólares en 2024— podría superar los 6.300 millones en 2030, impulsada por la demanda internacional y los avances en tecnología estética.

Una experiencia «todo en uno». Como han detallado en The Times, clínicas del distrito de Gangnam —sí, el mismo del hit global de Psy— ofrecen este tipo de experiencias con paquetes que incluyen escáneres faciales en 3D, oxigenoterapia hiperbárica, sueros intravenosos, tratamientos de microondas para esculpir el rostro y hasta postres funcionales como purés de calabaza para la recuperación post-tratamiento. La influencer y doctora británica Ewoma Ukeleghe compartió en The Times su experiencia: seis tratamientos en un solo día, entre ellos Rejuran (una inyección de ADN de salmón) y Onda Lifting.

La promesa de la perfección. Este auge no es casual. Como ya escribimos en Xataka, el fenómeno se alimenta de múltiples factores: el impacto global del K-pop y los K-dramas, la viralidad en TikTok de productos como las sheet masks o los tónicos coreanos, y el ascenso de ingredientes estrella como el colágeno. La belleza coreana no solo ofrece resultados visibles, sino también una estética aspiracional envuelta en ritual, cultura pop y ciencia.

Sin embargo, también hay un lado oscuro. Como advierte la doctora Christine Hall en The Times, en Corea del Sur existe una presión social intensa por mantener una imagen impecable. “Presentar la mejor versión de uno mismo es una señal de respeto hacia los demás”, explica. Esta lógica, que puede parecer positiva en la superficie, fomenta una cultura de perfeccionismo extremo que, con el tiempo, puede generar impactos psicológicos significativos: desde ansiedad relacionada con la apariencia hasta dependencia de tratamientos estéticos para sostener la autoestima.

Atención desigual. A pesar de su éxito internacional, el sistema no está completamente adaptado al turista extranjero. Aunque muchas clínicas cuentan con personal que habla inglés, otras aún dependen de traductores automáticos como Google Translate. En el reportaje de Times cuentan la historia de Ukeleghe, quien relató cómo una enfermera se acercó con una inyección sin explicar de qué se trataba; ella, al ser médica, entendió que era un corticosteroide. Pero un paciente sin conocimientos podría haber entrado en pánico.

Además, existe una falta de atención real a la diversidad étnica. Como señalan expertos en Byrdie, no todas las clínicas tienen experiencia en trabajar con tonos de piel distintos al asiático. Esto puede derivar en resultados inesperados, sobre todo en tratamientos con láser o pigmentación.

¿El nuevo Turquía? El fenómeno recuerda al boom de cirugías estéticas en Turquía o Colombia. En 2022, la British Association of Aesthetic Plastic Surgeons reportó un aumento del 35% en complicaciones entre pacientes británicos que viajaron a Turquía para procedimientos como liposucciones o implantes, según The Times.

Por su parte, en Colombia, procedimientos como la “lipoescultura 360” o el aumento de glúteos alcanzaron tal popularidad que atrajeron turismo de países enteros, aunque también fueron objeto de investigaciones por muertes y malas praxis, como reportó The New York Times.

Y Corea del Sur no está exenta de riesgos. Durante su visita, Ukeleghe rechazó sedación precisamente por no tener clara la presencia de un anestesista en caso de emergencia. En redes sociales, circuló un video viral —luego eliminado— en el que una mujer estadounidense denunciaba haber perdido la visión en un ojo tras una complicación con Juvelook, uno de los tratamientos más populares en Corea. Aunque el caso no fue verificado oficialmente, el suceso generó preocupación y debate. Además, la doctora Hall advierte sobre clínicas “fábrica” que aplican tratamientos con apenas minutos de evaluación previa, reduciendo costes a expensas de la seguridad.

La presión de no envejecer. El auge del colágeno como solución mágica para la juventud no es ajeno a este ecosistema. Como escribimos en Xataka, se ha convertido en símbolo de autocuidado, pero también de ansiedad estética. Aunque algunos estudios apuntan a beneficios leves en elasticidad o salud articular, muchos son financiados por las propias marcas.

Aun así, el marketing insiste: colágeno hidrolizado, vegetal, péptidos, exosomas… Todo se vende como el nuevo elixir. Pero quizás el problema no esté en los ingredientes, sino en una sociedad que penaliza cualquier rastro del paso del tiempo, especialmente en las mujeres. La invisibilidad social y profesional femenina al envejecer no es un mito: está documentada.

Más IA, menos bisturí. La próxima frontera del turismo de belleza coreano está marcada por la inteligencia artificial y la personalización extrema. Según Byrdie, se prevén tratamientos creados a partir de análisis genéticos, escaneos faciales y algoritmos de predicción de envejecimiento. La belleza se vuelve no solo alcanzable, sino calculable.

Un síntoma que va más allá. En este contexto, quizás valga la pena preguntarse si el verdadero reto no está en la tecnología, sino en el ideal. En otras palabras, quizás el colágeno no sea el elixir de la juventud, sino el reflejo de una sociedad que busca detener el reloj a toda costa. La doctora Hall hace hincapié que la innovación estética en Corea avanza a tal velocidad que algunos tratamientos que prometen ser revolucionarios terminan desapareciendo antes de consolidarse o de llegar siquiera a Europa. Lo que hoy es tendencia, mañana puede quedar obsoleto.

Mientras tanto, las clínicas siguen llenas, los vuelos a Seúl se venden como una inversión en uno mismo y los hashtags como #KbeautyTrip no dejan de acumular millones de visualizaciones. Quizás el verdadero desafío no esté en suavizar arrugas, sino en reconciliarnos con lo que las genera: el paso del tiempo.

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Corea está exportando caras: cómo la industria estética surcoreana convirtió su modelo de belleza en un producto global

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por
Alba Otero

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